Si entendieran como se estremece mi ser cada vez que intento aniquilarla, pensarían, y acertadamente, que esta vida me desangra.
Y quizá así sea. No se si es mi obstinado corazón o mi alma inconformista.
Pero sin duda mi ser claudicó ante esta fría soledad.
Es que, ante este abuzo de penas, mi alma sigue ausente ante tu eterna y pétrea ausencia.
Y no es que no lo intente. Pero no existe coartada alguna que justifique a este iracundo corazón.
Soy culpable. Todas mis palabras hacen eco en mí adentro.
Soy culpable por no haber podido ponerle freno a mi corazón.
Soy culpable por dejarme gobernar.
Soy culpable por no saber anular esta arraigada soledad.
Mi vida vive un Déjà vu. Pensar que hace un buen tiempo me encontraba sobre esta misma vereda.
Me carcome la cabeza el pensar que no he crecido. Que he cometido los mismos errores.
Mi rostro ya no esboza ni un mero y vano gesto de alegría.
Mi cabeza y si discurrir, me fuerzan y me inmolan al saberte lejos.
Mi presente hace enroque entre la angustia y la soledad.
Y en el mas absurdo de esta vida, no hayo tu reemplazo ante este desamparo.
Y yo no tengo duda de que hay empeño y lo intentamos.
Pero el destino y sus caprichos nos invitan a idealizar.
Que eterna se nos hace esa búsqueda. Es tétrica y ya es rutina esta rauda soledad.
Este letárgico corazón ya no tiene que esperar.
Por aquí solo abundan besos fríos y vacíos.
Entre mas seres me rodee, mas mayúscula e inusitada es esta soledad.
Dicen que hasta un viaje de miles de Kilómetros comienza con un simple paso.
Pero que difícil e inverosímil es entenderlo, cuando se intenta y no es posible consagrarlo.
Mi presuroso corazón no encuentra un plan B.
Quizá sea ajeno a sus tiempos y aun él no se encuentre preparado.
Quizá sea su fobia de volver a ser lastimado, sea su artilugio de amparo.
O quizá sea su castigo hacia su concubino, hacia mi ser, por haberlo despojado de eso que él tanto había aguardado, y luego amado.
Si esta es su forma de tomarse revancha, tendremos que aprender a vivir con nuestros dos Yo.
Que cínico es este destino. Mi más fiel y única compañera en esta vida, es esta cruda y aborrecible soledad.
Me duele no valorar el cariño que me intentan brindar.
Me duele abandonar por el simple hecho de comparar.
Es el eterno y precoz predecir de que nada va a funcionar.
¿Será que nos encanta lo difícil y mucho más aun lo imposible?
Se que es evidente la respuesta. Pero así no hay alma que tolere ni un poquito de desamor.
Y es que no podemos tapar el sol con las manos.
No podemos canjear o permutar un corazón, por otro corazón.
Si vivimos comparando, nunca podremos desatar de nuestras almas esta pérfida y vil soledad.
No existirá Norte, ni horizonte al cual aspirar.
Ser objetivo se nos torna una utopía si nos despojamos del saber valorar.
De vez en cuando, miramos el pasado con cierto recelo.
Paso tanto tiempo. Y sin embargo aun no el suficiente.
Todo sigue tan fresco como el lodo en un diluvio.
Me hundo y pareciera que así lo quisiera. No lucho.
Se nota que realmente te quiero. Te deje ir por puro amor, y aun con este padecimiento, sigo firme en no mirar atrás.
Mirare hacia adelante, como muchos de ustedes lo hicieron, lo hacen, o lo harán.
Y prometo que nunca más preguntaré donde has ido, si estas o si nunca lo estarás.
Todo puede ser en esta vida.
Sorprenda a mi corazón, apabulle este solitario presente.
Mi alma incauta y sensible se evapora.
Y antes de encontrar la salida, mi ser se derrumbará ante tu ausencia.
De verdades mentirosas, de soledades desoladas.
De amores y rencores, de destinos solitarios.
Desprovistos de pies, brújulas, sueños y realidad.
Carentes de almas compañeras, y de corazones únicos.
Jugados ante esta desesperación de saberte incomparable.
El amor sin dolor no existe. Ni tampoco el desamor sin soledad.